Preston Tucker, un caso de 'amargo' éxito

Preston Tucker, un caso de ‘amargo’ éxito

La historia de un enamorado del automóvil

Preston nació el 21 de septiembre de 1903 en Capac, Michigan. Su infancia se desarrolló en Detroit, la capital del motor, donde rápidamente le causaron fascinación los automóviles. A los 11 años ya sabía conducir y con 13 años dejó la escuela para trabajar en Cadillac.

Con 16 años arregló un coche y lo vendió. Poco tiempo más tarde, Preston se une al departamento de policía de Lincoln Park, donde pudo acceder a los vehículos que usaba las fuerzas del orden. Su madre le animó a buscar empleo en la planta de Ford, pero Tucker volvió a su trabajo en la estación de policía, de la cual fue despedido al instalar un calentador en el tablero de uno de los coches.

El siempre inquieto joven, pasó a ser vendedor de coches en Michigan, saltando a la representación de la tienda para coches de lujo en Menphis. El éxito laboral hizo que Preston comenzara un viaje a la carrera de las 500 millas de Indianápolis, allí convenció a Harry Miller (creador de los motores ganadores en Indy 500 de aquella época) para que diseñara un coche de carreras. A pesar de las ilusiones el proyecto no terminó con éxito.

Empresario visionario e inventor

Preston volvió a Michigan y estaba totalmente convencido con tener su propia fábrica de coches. Comenzó a diseñar un vehículo de combate para el gobierno holandés, el cual alcanzaría los 130 km/h, algo que superaba las expectativas, pero al invadir los nazis el país el vehículo no pudo terminarse.

Uno de los inventos de Tucker, la “Torreta Tucker” se usó por la armada norteamericana en las lanchas de desembarque, botes PT y en los bombarderos B17 y B29 en II Guerra Mundial. Al acabar la contienda, Preston vio nueva oportunidad para los negocios, ya que la industria del automóvil como consecuencia de la guerra estaba bastante parada.

Planeó comercializar un vehículo que empezaría una nueva manera para viajar en los coches. La planta de Dodge en Chicago mediante unos movimientos políticos compró la planta y así empezaba la aventura. El primero nuevo modelo post-guerra era el Studebaker, pero Preston tomó un nuevo rumbo, diseñando el coche más seguro con adelantos y un aspecto moderno. Entre sus características contaba con:

Motor trasero
Frenos de disco
Inyección de combustible
Todos los instrumentos en el volante

En 1947 se lanzó el vehículo en una premier con más de 3.000 personas en el auditorio, lo cierto es que fue accidentada, ya que estaba trabada la suspensión y el vehículo no se movía. Preston subió dos horas al escenario para hacer tiempo mientras se preparaba el coche. Al final tuvieron que empujar el vehículo a la placa giratoria y cuando se levantó la cortina llovieron los aplausos.

La compañía económicamente iba bien, incluso tuvieron ideas para incrementar los beneficios cara a asegurar el futuro. Destacamos los accesorios Tucker, una vía en donde se podían comprar accesorios del coche, caso de las cubiertas de los asientos, la radio o las maletas para el viaje.

Persecución judicial

Estos accesorios llamaron la atención de la Comisión de Seguridad e Intercambio, que investigó dicho programa para ver si había fraude. Pidieron los libros y expedientes de la empresa. La información se divulgó y las acciones bajaron de 5$ a 2 $. Esto hizo que acreedores y surtidores pidieran su dinero. La planta se paralizaba y 1.600 empleados eran despedidos.

Los rumores se expandieron por todo USA y había opiniones para todos los gustos, desde que había fraude hasta que el resto de compañías conspiraron para que no siguiera la innovación en la industria automovilística. La prensa era implacable con Preston y él organizó una prueba en Indianápolis con 37 vehículos ya construidos, uno llegó a alcanzar los 160 km/h, algo que hizo que el público cambiara la opinión contra Tucker. El enfado contra el gobierno y la prensa fue en aumento.

En 1948 volvieron a investigar a la compañía por fraude. Al año siguiente nuestro protagonista fue procesado por fraude junto a otras 3 personas. Meses después el juicio salió libre de culpa. Aunque se quedó fuera de todo cargo, su reputación estaba acabada y solo los motores Franklin sobrevivieron al terremoto judicial.

Unos inversores brasileños mantuvieron conversaciones con Tucker para construir un coche deportivo, pero la mala suerte hizo que él muriere de cáncer el 26 de diciembre de 1956 en Ypsilanti, Michigan. Un empresario exitoso que quizás chocó contra una industria quizás no preparada para su visión empresarial.

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