El alcalde de la ciudad castellana, Óscar Puente no ha renunciado al soterramiento del ferrocarril que divide la ciudad y aísla a algunos barrios, pero antes debe cancelarse una deuda de 404 millones que tiene acumulado el proyecto y que es necesario para avanzar y realizar el traslado de los talleres.

Los pasos siguientes que se realizarían sería la construcción del «by-pass” para el transporte de mercancías, la nueva estación y la permeabilidad de la ciudad. La deuda que tiene la Sociedad Valladolid Alta Velocidad, en la que participan los gobiernos central, autonómico y municipal está en vías de solución, pero el resto de la intervención donde está la integración en superficie tendrá que ser objeto de otro convenio.

El problema principal afecta a los vecinos del barrio de La Pilarica, que cuenta con dos túneles para el cruce de las vías, algo que el alcalde quiere solucionar cuanto antes. El Ayuntamiento de Valladolid va a realizar en breve una campaña informativa bastante intensa sobre el soterramiento del ferrocarril a fin de explicar a los ciudadanos hacia dónde va el proyecto.

Un problema de décadas

Desde comienzos de los años 80, Valladolid comenzó a encontrarse con un gran problema respecto de su ferrocarril. La expansión urbana, junto con una vía del tren que atravesaba la ciudad de norte a sur, hacía que el tren fuera una barrera que partía la ciudad en dos partes que por la falta de buenas infraestructuras que las comunicaran entre sí, las dejaban casi aisladas.

En ese momento se empezaron a buscar soluciones, gustando la que más el soterramiento del tren. Hasta 2002 no se puso en marcha la idea definitiva para acabar con este problema. La creación de la Sociedad Valladolid Alta Velocidad en esa fecha, fue el inicio del cambio de la ciudad.

El Plan Rogers, tenía previsto soterrar totalmente el ferrocarril, así como la estación de tren mediante la venta de los terrenos de los talleres que quedarían liberados para así financiar el proyecto. Comenzaron entonces las obras de la variante este de la ciudad, los nuevos talleres (que no han podido ponerse en marcha por la falta de maquinaria) y el soterramiento de la parte de El Pinar, pero la crisis dio por concluido el proyecto. La falta de recursos paralizó la continuación del proyecto más grande de la ciudad.

Puente cree que la idea que desde el ayuntamiento se quiere sacar adelante es la que se ajusta más a las propias necesidades de la ciudad y a sus posibilidades económicas, la integración en superficie. Este proyecto consiste en construir más pasos de peatones y para vehículos, tanto los elevados como los subterráneos.

El coste de esta obra sería de unos 78 millones de euros, por lo que, si se negocia un pago a 7 años, a razón de 10 millones anuales se podrá hace frente. La oposición es la que con más fuerza defiende el proyecto de soterramiento, no pensando que abandonar el proyecto primigenio sea la decisión correcta.