La revolución económica de Donald Trump

La revolución económica de Donald Trump

La llegada de Donald Trump al poder ha removido el mundo. De momento el próximo presidente se encierra estos días con su equipo de confianza en el cuartel general de la neoyorquina Trump Tower.

Una de sus primeras medidas ha sido colocar al vicepresidente electo, Mike Pence, al frente del plan de transición. Sustituye a Chris Christie, al que le ha afectado el escándalo del atasco permanente en el puente existente entre Manhattan y New Jersey. A la vez anunció la comparecencia ante el juez el 28 de noviembre por el escándalo de la Trump University. Será el primer presidente electo que declarará ante un juez.

El presidente que será el número 45 de Estados Unidos tiene que hacer encajes de bolillos: Rellenará hasta 1000 espacios de altos cargos de su nueva administración y sus promesas van a tener que casar con una realidad complicada en los primeros cien días de gobierno.

Podríamos decir que estas medidas pueden ser la cuadratura del círculo en medio de un ambicioso plan económico que busca transformar el país. Las prisas no suelen ser buenas y sus fieles que le han puesto en el cargo, seguro que le van a exigir contraprestaciones. Los millones de empleos prometidos se tienen que ver plasmados en un plan.

No existe ya un enemigo al que echarle las culpas y Trump está ultimando una serie de medidas que puedan combinar su bajada de impuestos con una reducción de gastos que vaya a compensar la inicial pérdida de ingresos por parte de la administración.

Una de las estrellas puede ser su plan de infraestructuras, que busca invertir un trillón de dólares (billón de euros) y mejorar carreteras, aeropuertos, colegios y hospitales. De todo esto tiene bastante necesidad el país y además es un instrumento único que tiene para poder acelerar la creación de empleo que ha prometido.

Llevar esto al terreno práctico no será sencillo. Trump tomó prestada la idea de Hillary, que anunció un programa de obras públicas como iniciativa estrella. Lo malo para el millonario es que su pretensión choca con una buena parte de los conservadores en el Congreso, los cuales son enemigos del gasto público.

Es uno de los puntos importantes que tendrá que negociar Trump y Paul Ryan (presidente-portavoz) que está llamado a continuar en el cargo. Además, el magnate se ha comprometido a apoyar el plan en la empresa privada, por lo que no costaría un dólar al erario público.

En los próximos meses veremos si todo lo prometido se cumple. Los detractores de Trump que no son pocos, están esperando sus primeras promesas incumplidas.

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